lunes, agosto 14, 2006

La Perversidad del Medio (Ensayo Breve,2003)

Walter Benjamín –“discípulo” de Theodor Adorno- es el autor de un ensayo titulado La obra de arte en la época de la reproductividad técnica*, en el cual se desarrolla el cambio sufrido por el arte a partir de la reproducción técnica. La metamorfosis emprendida –según Benjamín- dio como resultado un arte nuevo, que trajo aparejado la pérdida de la percepción del aura. Este concepto significa el aquí y el ahora de una obra, la existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra. La presencia de un cuadro, por ejemplo, se podía apreciar durante largos siglos únicamente en el lienzo en el que fue pintado. Luego de la irrupción de la técnica, el mismo cuadro podrá ser observado por millones de personas, desde las ilustraciones de los libros de arte hasta la tapa de latas de galletas. Este fenómeno dio su primer paso gracias a la imprenta y continuaba caminando en los tiempos de Benjamín con el auge de la fotografía primero, y más tarde, con el cine. Estos modos artísticos se encuentran estrechamente relacionados con la aparición de los movimientos de masas. Estas acceden a nuevas formas de arte que no otorgan la posibilidad de presenciar el aura. El cine y la fotografía no presentan una diferenciación bien marcada entre el original y la copia, incluso todas las producciones guardan el mismo valor. Frente a esta ausencia del aura, las masas de espectadores buscan un nuevo aura, en la persona de los artistas y en aquello que se denomina El culto a la estrella.
Junto al apogeo del nazismo, los años cuarenta trajeron el suicidio de Benjamín en su intento de cruzar una frontera bloqueada. El curso de la historia continuó su camino hasta el día de hoy, con el predominio de la televisión en esta aldea globalizada. La necesidad de retener el aura o ser parte de ella se ha incrementado en las masas, mientras que el medio televisivo conoce perfectamente estas ansias.
La perversidad del medio es manifiesta. La televisión es un sistema cerrado que no permite el acceso a los extraños, aunque simule hacerlo. En este último tiempo se ha dado un raro fenómeno a nivel mundial, el cual consiste en el ingreso de desconocidos por la “puerta grande” de la televisión con escasas condiciones para llegar a ella. El medio ofrece la posibilidad de la entrada y por consiguiente, la adquisición de aquello que ese ingreso otorga. La forma en que se expresa esta corriente es mediante la creación de programas, cuya atracción principal se produce cuando un desconocido (uno de los millones de personas-televidentes) se convierte en un comunicador o un actor o un artista en unas pocas entregas de la emisión. El argumento que sostiene estos programas puede ser absurdo o banal, pero encierra una característica aún peor: la de ser falaz. La gran falacia busca promover la ilusión del acceso a la fama, al reconocimiento, a los círculos más privilegiados y por supuesto, a las abultadas sumas de dinero. No obstante, se oculta que en la mayoría de los casos, la lista de los seleccionados no es más que el resultado de una elección a dedo según las influencias de uno u otro conocido. Los “ganadores“ conocen su suerte de antemano, gracias a las amistades y los vínculos que los relacionan con los organizadores. La falacia desarrolla la idea de poder acceder a algo velado para muchos, aunque esto no vaya a ocurrir. Los televidentes que sostienen estas realizaciones son en su mayoría seres esperanzados en verse a sí mismos en ese sitio, pero la perversidad del medio parece no tener límites. Aún puede más. También existen los casos en que los elegidos son realmente personas signadas por la alienación, las cuales -tal cual lo reza uno de los programas de esta temporada- son convertidos en Famosos por un día, para luego ser entregados al olvido. Aquellos que ven sus vidas favorecidas se degradan a productos del medio, a bienes que permiten un solo uso. En estas entregas, los desconocidos masivos se vuelven el centro de la atención de todos, incluso de los miembros ilustres de la televisión. Estos, con sus rostros plásticos, les brindan elogios fingidos. Tras la venta del producto, se desvanecen las expectativas de la persona con una velocidad similar a la de la pérdida del recuerdo por parte del teleespectador. La fama no llega. El reconocimiento es sólo una fantasía impensable, mientras que la función fue cumplida con rigurosidad. El mensaje enviado renueva la ilusión.
Desde cualquiera de ambas perspectivas, la perversidad no tiene límites. La sociedad en que vivimos, maltratada por gobiernos corruptos y dictaduras sanguinarias, fue olvidando que el reconocimiento popular surge de la construcción de una identidad propia. Esta se nutre de la intervención del esfuerzo personal y la dedicación, y no del favor de quienes nos dominan.
* La obra de arte en la época de la reproductividad técnica. “Discursos Interrumpidos I”, Taurus, Madrid, 1973. Walter Benjamín.(1892-1940). Nacido en la ciudad de Berlín, integró la escuela de Frankfurt. Su formación marxista le acarreo persecuciones. Se suicidó en Port Bou (España), mientras esperaba la apertura de la frontera. Esto ocurrió tan sólo tres horas más tarde. (N. del A.).