lunes, agosto 14, 2006

El Destino de Carhué (Cuento, 2004).

El momento en que la gran ola irrumpió en aquello que hoy es La Pampa se recuerda en cada eco. Hubo un día en que el pastizal de esta parte del planeta recibió la invasión súbita de una masa de agua salada de un tamaño desmesurado. Los millones de litros -en una ola gigante o en sucesivas agitaciones de diferentes volúmenes- arribaron al suelo virgen y árido, brindando un espectáculo irrepetible. Cada gota de las miles de millones que formaron ese mar ocupó un territorio, el cual en algún futuro constituiría un país desangrado. Las guerras civiles y los hombres insensatos devoraron todo como si fuesen un nuevo océano. Los rincones de esta región guardan el recuerdo de los instantes de las diferentes invasiones. Ese día, la marea infinita avanzó rápidamente hasta colisionar con las montañas. Los hombres -modernos en comparación a la edad de estas elevaciones- les otorgaron a las formaciones la denominación de Sierras de Tandilia, las cuales transitan en la actualidad su decadencia. Las montañas más antiguas de La Tierra que contaban con 7000 metros de altura en sus tiempos de gloria, recibieron la embestida del mar al punto de modificar eternamente su figura. El lado acosado cedió. Las laderas hallaron su nueva constitución con la forma de pendiente. No obstante, millones de años después las aguas retrocedieron, abandonando el lecho marino a la intemperie. La Pampa inmemorial, convertida en un terreno fangoso e intransitable remontó el supuesto daño causado por la invasión. La Tierra absorbió los sedimentos marítimos y convirtió a la región en el paraíso verde que día a día adorna el costado de los caminos. La gran llanura pampeana rememora a su huésped en cada gramo de tierra negra. Su fertilidad funda un linaje con el pariente más lejano, mientras afirma que el instante del choque de la ola salina no fue una tragedia como algunos creen. La actitud de aquel mar es resultado de un coloquio fugaz, pero certero entre la tierra y el agua. La influencia de uno sobre el otro buscó dar a luz un nuevo universo. Como verdaderos dioses creadores, las sierras y el océano aún continúan observando su mundo. Asimismo, mantienen atenta su mirada frente a las extrañas criaturas que parecieron adueñarse de todo. No obstante, en unas pocas líneas, difícilmente pueda recrearse una imagen cercana al suceso relatado, por lo cual es conveniente realizar un salto temporal hacia nuestros días. Los campos de la Provincia de Buenos Aires padecen inundaciones constantes, mientras que la gobernación ineficaz y corrupta abandona a las criaturas modernas a sus crecidas. Pueblos enteros son ocupados por las aguas en tanto que otros ven avecinarse ese destino. En San Miguel del Monte habita un hombre que afirma que las aguas de la laguna algún día arrasarán inesperadamente con el pueblo entero. Espera que una ola gigante alcance el frente de su casa, de su patio, incluso a él mismo y hunda en el olvido a Monte. Sin embargo, es reflexivo y sabe que la futura invasión, al igual que la pasada, dará nacimiento a algo superior. Los verdaderos dueños de la zona reclaman la autoría de la obra e intentan reformarla. El destino de Carhué* se multiplica aceleradamente en cada fragmento de La Pampa, que es inseminada por los antiguos dioses. Mientras, millones de seres transitan ausentes ante esta verdad primera y evidente.
*Carhué: Geog. C. de Argentina, en la provincia de Buenos Aires, en las cercanías del Lago Epecuén. Estación balnearia. ( Tutor Diccionario Enciclopédico Ilustrado, Editorial Sopena 1973). Durante los primeros años de la década del 90´, una inundación sumergió a más de la mitad del poblado hasta el día de hoy. ( N. del A.).