jueves, febrero 22, 2007

La Réplica Feliz. (Cuento, 2007).


Alejandro Berazategui realizó un descubrimiento inquietante. En Momentos en que deambulaba por la vereda de su casa recordó algunos episodios dispersos de su juventud. Las imágenes, en apariencia dispares, se sucedían en una rememoración escalonada y uniforme. Con un dejo de nostalgia advirtió que se trataba del comienzo de una escalada de recuerdos, la cual lo haría advertir la revelación. Algunos de esos sucesos, en apariencia inexplicables como las casualidades cotidianas que su memoria retenía, eran en verdad el fruto de la reproducción de un modelo vecino. Invadido de una contundente certeza apuró el paso e irrumpió en el living de su casa. La pequeña casa desierta le permitió concentrar toda su atención en las nuevas percepciones. Camino decidido hacia el cuarto matrimonial y hurgó en el final de uno de los cajones. Imprevistamente, observó un haz de luz diminuto que hasta ese momento no había advertido. Pudo comprobar la existencia de un mundo aledaño y similar. La semejanza pronto se transformó en réplica. Por el pequeño haz alcanzó a vislumbrar la existencia de un mundo idéntico al propio, en donde habitaban otros hombres como él. Subyugado por la idea de la reproducción del universo cotidiano intentó conocer más sobre aquella copia. Con la mirada atenta observó las variaciones de la luz. Estás describieron el devenir normal de la vida del otro que transitaba con su mismo rostro. Moraba en la misma casa con patio, lo besaba la misma mujer en cada amanecer y los hijos comunes desayunaban junto a ellos. Con la esperanza de encontrar la complicidad que les permitiera faltar al colegio, mantenían la atención en cada palabra de los mayores hasta el instante definitivo. El otro Alejandro Berazategui rehuía en otorgarles el permiso generalmente. Solo en escasas ocasiones les permitía quedarse en casa. Su mujer, al igual que la esposa del Alejandro cercano, jamás consentía aquella actitud. Esto generaba breves discusiones que en ambos hogares se definían en un instante. En el otro mundo todo parecía funcionar correctamente al igual que en este. Aunque nada original, su sentimiento se reflejó en una humillación absoluta. Comenzó a dilucidar que aquellas escenas eran pensadas por un orden superior y en serie. Los movimientos, las personas y cada uno de los objetos que comparten cotidianamente sus vidas son regulados por una entidad superior y absoluta. Quizás redescubrió a Dios, aunque no parecía probable que una escena de tamaña magnitud pudiera ser montado por Dios. Supuso la existencia de una entidad muy superior aún, encargada exclusiva de la organización de millones de universos paralelos. Cada detalle imperceptible se convertía en la ratificación pasiva de un modelo madre. Sin embargo, esa presunción admitía la posibilidad de ligeras variaciones en cada obra. Así el creador en atención a sus intereses personales –si es que puede hablarse en términos referentes a la personalidad- analiza su trayectoria y vuelca sus innovaciones en cada duplicación. Este Alejandro, algo confundido, advirtió que se encontraba ante fabulaciones y planeamientos impensadas e inabarcables para seres de su categoría. Por lo tanto, optó por simular no haber dado con el descubrimiento, mientras intentó olvidar el suceso. Contrariamente a lo esperado, la revelación comprendió el cometido de Berazategui y fue decreciendo su luminosidad hasta desaparecer.
Así alcanzó a su fin el brevísimo episodio que podría haber modificado radicalmente la vida de los Berazategui y del mundo.